Fraccionamos el tiempo, indivisible,
acotamos la furia eterna del instante.
¿Acaso no es él el que carcome la vida de un hombre?
¿Acaso no es él el que devora con el ímpetu
de un ejército de hormigas adormecidas todo lo perecedero?
Rotundamente no.
Cada minúscula partícula de vida fluye en y con,
arriba y debajo y en ningún sitio junto a él
como la lluvia que contiene arena y la arena que contiene lluvia.
En él vamos y de él venimos sin un continuo, sin una norma.
Es para nosotros como una música inaudible
de la que tratamos de trazar una partitura,
calendarios.
sábado, 26 de noviembre de 2011
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