Despojas primorosa en tu erguido vuelo
con impetu desgarrador de cien dragones
bajándole ya por fin los pantalones
al más infame y sin sentido absurdo duelo.
Que llore por los rincones el desconsuelo
que al fin y al cabo no le quedan más cojones
que reconocer por cada banda cien cañones
posados, mientras navega el barco, ya en el suelo.
Normalmente ocurre que lo que estuvo de ida
regresa de vuelta. Como las frutas maduras
que en semilla regresan de nuevo de su herida.
Viajen desde aquí mis bendiciones más puras
mis deseos más hermosos y que tu vida
se llene de luz en su parte más oscura.
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Baile del viento, palmadas de los árboles en tono ocre.
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