Sus vértebras son el palo de mi bandera,
de la única patria que entrega algo más de lo que roba: su boca
pues cuando me besa levanta con ímpetu una feroz primavera.
Un dulzor de fuego a veces brilla en sus ojos, dos verdades inefables que hermosamente me atraviesan.
Cuando se entrega me vuelve mar y aire
y me hace querer volver a ser su arena.
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