como velas encendidas
como candelas despiertas.
Orillas de luna que se contestan,
frentes de mar en fiesta,
dos crestas de arpegios y puntas
donde Dios se asoma y ríe
y los erejáis se asustan.
Dos guitarras rompen en la noche
e improvisan sin llanto ni profecías,
dos luces creadoras,
dadivosas manos amigas,
velan prendidas y furtivas
la abierta creación e impulso
de un pulso que se sostiene
de repente en la garganta.
El capital nunca es arte.
La presencia humana en sintonía
lleva la clave del ave de una verdad en su armonía.
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