sábado, 6 de febrero de 2010

Oda II (a la poesía)

Avispero, beldad, tentación requemada
y dulce almíbar, águila insomne,
pérfida catedral, gozo aciago,
petulante vanidad del desconsuelo:
¿con que vienes de tu mundo
de raíces enmarañadas, perezosas?
¿Que te llevas cuando traes?
Nombre del nombre de otro nombre,
vacuidad profunda y llena.
Sol entre torturas del azul.
Víscera profunda y queda,
manantial de miel dorada,
crisma en cinta de una idea.


Corona de tiempos venideros,
barco encallado, carne tersa,
filón de nobles crestas.
Tú crees en la creación
dominando la tumba y el océano,
universal como el amor,
como el viento.
Tú no eres tú ni soy yo,
ni eres otro y sí todos, ninguno,
Cometo la irreverencia de esculpir tu busto,
de forjar tu sangre con tinta seca,
de separar lo inseparable.
La desfachatez de considerarte
objeto o sujeto, cayado parlante
que me sujeta y desploma.





Suenas, rebotas, naces
más allá de las verdades.
he pretendido asirte y así te dejas.
Tocarte es llenar mis manos
de primavera y flores ,
entonar una canción salada
resistiendo el tiempo de la terca aurora,
ir a una orilla en calma,
sentir la fe del mar en llamas,
sombra a la sombra de otra sombra.

1 comentario:

  1. Ain, gaviotilla de ciudad. Me acuerdo de tu neura con el tema de la Poesía; la remirabas, le dabas la vuelta y no encontrabas más forma de exprimirla que la ya escrita.
    Me recuerda a esta cosa rara de Ángel G.:

    Escribir un poema se parece a un orgasmo:
    mancha la tinta tanto como el semen,
    empreña también más en ocasiones.
    Tardes hay, sin embargo,
    en las que manoseo las palabras,
    muerdo sus senos y sus piernas ágiles,
    les levanto las faldas con mis dedos,
    las miro desde abajo,
    les hago lo de siempre
    y, pese a todo, ved:
    ¡no pasa nada!
    Lo expresaba muy bien Cesar Vallejo:
    "Lo digo y no me corro".
    Pero él disimulaba.

    Bueno, Che, te sigo desde aquí, procura mirar el correo de vez en cuando. Hoy tienes dos por moi.

    Hágase la luz.

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Zaguán 18 de enero