jueves, 10 de enero de 2013


Yo he venido a la tarde con mis manos huecas de tiempo. He de deshojar sus ojos.
Me sorprenden los rincones despiertos de su pecho nocturno.
Los Angeles tocan la canción de aquel que nunca vino. Larga letanía apaciguada, hermana mía.
¿Por qué las sombras? ¿Por qué las horas rotas ante el impávido sudor de tu charco y de tu lecho?
Sólo tú sabes del hombre. Él te desconoce y desgarra. Febril inexistencia.
Róbame, tarde. Que en tu atraco vea el alba vacía y  el terco respirar de las olas.
Róbame, tarde. Yo no quiero soportar el amor ni el odio. Eterna muchedumbre, reposo del ocaso y madre enferma.
Y llévale mis gracias a la noche.


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