Ciénagas
pueblan el camino que conduce al fin a pradera
o a
otra ciénaga que pradera la llama,
la
llama el que llega.
La
vida es la vida porque la muerte supera,
como
la mar que a la playa, insolente y soltera
y
casada de sí, de sí misma reniega.
y al
fin aparca sus aguas,
su ímpetu, y calma vehemencia,
su ímpetu, y calma vehemencia,
jamás
impaciente que ni promete ni reza,
promesas
sin más.
Me
sirva la sombra, hija del cuervo
para
y ante el exceso de luz
Me
sirva servir sin ser siervo
del
verbo ni esclavo del tiempo.
ni
de un cielo azul.
Uno
jamás ama si no se dispone a sangrar
si
uno no hubiere abrazado hasta el odio que curva esta herida abierta y
mortal,
ser
el ser del instante que observas y besas dejando pasar,
el
que intriga, el que duda de la duda desnuda y que uno bendice
como
gota de yin que potencia un enorme
un
enorme y gran yang
que
se hunde y que no puede
ser
otra cosa
que Universal.