Es cierto que alguna vez mendigué mis alas rotas a un cielo que me entornare sus puertas.
Las olas repiten su saludo incansable a la orilla, pero esto dejó, hace siglos, de ser obra de mi Dios.
Hace tiempo pertenezco a otros infiernos más amables.
Y mis fantasmas camino a Ítaca están más muertos que ellos mismos.
A veces uno pretende corregir las horas o gritar en voz baja
pero no hay peros mientras transcurre la fuga, el almanaque.
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