domingo, 11 de diciembre de 2016

Fui a enseñarte y me muestras tú, tú que te escondías de ti
negando tu prolífera deidad atemporal. Insoportable siempre aguja sobre aguja.
Caminó cansadamente con la mirada del tigre entre rostros pochos, saltarinamente y con su mente saltarina.
Un mínimo giro sobre la vuelta y ya veías el engaño que negabas antes que los cuervos, que los cuerpos.
Y rompiste el azar, casualmente como si nada
de la forma en que conocen los que saben porque ya han visto aquello que nadie tampoco podrá saber puesto que no es y aun así han visto.
Vine a mostrarte ciertamente. A cautivarme. Y me caminaste entonces.
Pude, podía, podré, casi puedo, en cualquier curvado tiempo, verte, verme claramente. Cegadores los anhelos.

Zaguán 18 de enero