Me dolía a mí la penumbra. ¿De que esencia la sustituyo ahora? Observador, espectador y dramaturgo.
Vislumbraba chapoteos espumosos de un niño que jugaba en una orilla que no era en verdad de una playa, ya hoy marchitos.
Se terminó el verano en esta oquedad de soledades.
Mientras el gozo se agarra en el recuerdo con uñas y dentelladas de frenesí pasional a otros cuerpos, sucedáneos de querubines.
Y en la calle festiva personas como farolas se disputan pedacitos de ánimo caninamente. Mañana o pasado se erizará puntiaguada el alma.
Así la ciudad pretende desahogar sus penas con lágrimas de labios húmedos y clítoris. Y vaciar así también sus nervios, sus genitales, su retórica.