Eché a correr,
huyendo de mí.
Venían detrás
conmigo unas pocas personas amigas, ningún árbol y ninguna flor,
mucho cielo y bastantes aves. Entre ellas cormoranes y gaviotas.
Arrojé mi angustia
a la Mar.
Ella entonces ya
sabía (porque siempre lo supo) que yo un día encontraría mi propio
mensaje descorchado (sin saber que fue mío) y obtendría la
esperanza de aprender
a Amar como si nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario