Tu belleza fue quizá
tu cárcel de nocturnidad,
tatuaje de mi alma
tu presencia.
Tus labios la mayor
verdad de los altos tejados,
tan equivocados como
los de cualquiera.
Mágica señora, tan
puta como yo
no podemos negar que
ambos fuimos huérfanos de las olas,
salitre hastiado del
repetitivo sí y no de los semáforos.
Mis balcones te
recuerdan
y en ocasiones me
preguntan las estrellas
cosas muy poco
concretas sobre ti
que nunca sé
contestar.