Vacunémonos también contra el consumo acelerado y vertiginoso.
Vacunémonos contra la necedad de entenderlo todo o casi todo como un producto y a las personas como un medio.
Vacunémonos también contra la prisa y contra el estrés.
Contra el absurdo de no saber ser uno mismo.
Y por supuesto, vacunémonos también contra la ignorancia y la práctica del maltrato y el sufrimiento innecesario, en toda forma y en todo lugar, y hacia todo ser.
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