Abre sus fauces nocturnas el viento y me engulle distante y profundo por un minúsculo instante en un soplo de niebla.
De la espuma flotante que amo (y que soy) no obstante ya me dieron por muerto... Y ni una nube que asombre por negra ni la más grande sombra que asome sedienta puede quebrar el cielo azul que llevo conmigo (y a ti) etéreo y eterno.
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