sábado, 4 de diciembre de 2010

Cicatriza el ciclo rojo de la vida,
en su amarillo tibio y sincero,
Los adjetivos vuelan cargados de luz
Y con aquel velero muere un verbo.
Las olas traen presente y mar
Recogen cuando se van... Silencios.

Una gaviota, ¿qué sabrá una gaviota?
¿Qué no sabrá? Sal y tiempos pretéritos.
Me visita un fantasma de arcilla y humo.
Observa conmigo el horizonte,
y a veces me mira con sus ojos huecos.
Letargo otoñal, vibrante, terroso y azul.

El aire se puede masticar esta mañana.
Puedo mirar al sol como su hijo.
Perplejas las nubes, cómplices,
toleran con su indulgencia
mi descaro verde, mi atrevimiento.

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