Después de los besos
las ciudades son reflejos de un reflejo.
Tapar los ojos con bragas rotas
vistiendo con labios las calles de rojo.
Arquear el ceño, abrazar abismos
y bajo la almohada encontrar
flores, chocolate y olas.
Tesoros hambrientos.
El silencio no alumbra
ni la tumba que cavamos
comparte su espacio
ni escupe otro nombre.
Arcillas remotas.
Escopetas sin saldo.
Las penas bien flotan
a orillas del llanto.
Antes de los besos
remotos,
la lluvia y los dedos
carecen de huesos
y el viento y las nubes
suben.
Desequilibrios.
Certeza.
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