domingo, 9 de junio de 2019


Escribe la mano torturada de poemas bajo el ego
cuando debería sonrojarse ante la fútil existencia del ser,
la vana irrealidad compartida y su zalamería de espaldas a la muerte
y, sin embargo, habla de sí con carantoñas y grafías,
pretende juventud eterna mientras deja de ver cuando mira
mostrando su secuela de filogénesis, nostalgia y permanencia,
se pervierte al fin y al cabo, irreverente
y también se asombra
termina finalmente sellando su propia inercia,
en verdad como la realidad: prácticamente muda
o vacía.

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