Tocarte trae el temor de quebrar el cielo.
Decirte viento es arrastrar tu pensamiento hasta otra orilla.
La firme lejanía de tu ego te esposa y te impide ser presencia.
A mí ya no me quedan demonios que prestarte.
Quizá debas buscar cobijo en otra sombra.
Yo soy el amor que ya no anhela.
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